miércoles, 28 de diciembre de 2011

Momentos imborrables


El buen aficionado gallístico no es solo un memorión de tomo y lomo para gallos, peleas y casteos, sino que las galerías de sus recuerdos están llenas de momentos inolvidables pasados con los amigos. Los viajes a las otras islas donde reina la afición han sido habituales, y ello desde siempre, antes en barcos de lentitud que hoy no se admitirían, luego en aviones o en barcos veloces. En esta foto, José Luis Melquiades se nos presenta en la plenitud de sus facultades, copa en la mano, como Palmerito II, que a pesar de ser de La Palma, formaba parte de la embajada norteña en uno de los campeonatos regionales celebrados en la Isla Bonita (concretamente en el de 2003). Los otros del tándem tinerfeño éramos Manolo Sánchez, Alberto Plasencia, Pedro Cabrera, Tomás Luis y yo, fotógrafo ausente en la imagen. Lugar: La Cascada, a la salida del túnel que de la capital lleva a Los Llanos –y hasta vemos sobre la mesa los típicos chicharrones con gofio.
Falta para siempre un amigo entrañable, y los recuerdos se nos agolpan. Un puñado de esos recuerdos, demasiado pocos, han quedado registrados en instantáneas como esta; otros muchos, muchísimos, han quedado grabados en esas galerías que no se pueden visitar sin estremecimiento, pero tampoco sin el sentimiento que da el privilegio de haber convivido con gente noble y de bien, que honran, en un mundo donde eso no es lo frecuente, esa realidad bella y efímera que es la existencia humana.

Tiempo de pechas


Ya la mayoría de las casas de gallos están abiertas, y dentro de poco serán las clásicas pechas navideñas, a las que ningún aficionado puede faltar, para ver ya en acción, bajo la mirada del cuidador, a sus gallitos.
En esta foto de los años 70, vemos en una de las galleras de Lanzarote a José Luis Aparicio y a Alejandro Niz.

Liguilla de Canarias: La Espuela-Triana, 17 de mayo de 1959


Este fue un acontecimiento único en la historia gallística de Canarias, enfrentándose en seis grandes jornadas los dos partidos de Gran Canaria y los dos de Tenerife. Por eso lo hemos relatado con todo detalle en el DGC.
San José, con Israel Vargas (el Artillero), naufragó. El Norte de Domingo Morales (el Boyero) no pasó de la medianía. Así que todo estaba entre La Espuela de Pancho (el Músico) y Triana, que capitaneaba su discípulo Domingo Prieto. Fue este el mayor triunfo deportivo que tuvo Domingo en toda su carrera, ya que en la última jornada, que comentaremos la próxima semana, consiguió doblegar al Músico. A Triana se le habían enfermado los gallos, y Domingo ganó sobre todo con pollos traídos del campo.
Sin restarle méritos a Domingo Prieto, el verdadero campeón fue Francisco Dorta, ya que La Espuela fue el partido que ganó más peleas, el que sacó más ventaja global y el único que le ganó a los tres rivales correspondientes. ¿Entonces? Pues muy sencillo: se cometió el error de calificar por puntos, al modo futbolístico, y no por la ventaja, que es lo gallístico de toda la vida (o era, ya que este fue el ejemplo seguido para otras liguillas). Así que, al año siguiente, no habría repetición de esta interesante fórmula, que se pensó extender a Lanzarote.
Pancho, con todo, debió hacerlo mejor, ya que fue el único que perdió con San José, en la primera jornada, y luego se dejó sorprender por el Norte, partido al que le había sacado 22 riñas. En esta jornada, le gana a Triana y de paso le empata, quedando todo para decidir en el Cuyás siete días después.
Todas las peleas fueron excelentes. La Espuela ganó las dos primeras, con gallos de sus casteadores punteros: José Ramos Ferraz y Ángel Benítez de Lugo. El primero, tras desaparecer los partidos de Abajo y Arriba, le había vendido los gallos a Casañas y Asdrúbal, mientras que el segundo estaba en sus años de apogeo. En la tercera hay otro gallo palmero, de Emilio de la Cruz (único sobreviviente de los casteadores y cuidadores que aquí aparecen), pero que perdió ante el giro de don Nicolás. Pelea muy ovacionada, aunque la siguiente, ganada por La Espuela, fue aun mejor. Al ganar Pancho la quinta, ya se aseguraba los dos puntos. Siguieron unas tablas, rápidas, y la pelea cumbre, a pesar de que ya nada se jugaban unos y otros. El giro de Augusto Díaz sucumbió de un venazo ante el formidable colorado de don Nicolás, que peleó como una verdadera anguila. Lamento no tener a mano las crónicas de la época, que me hubieran permitido detallar más estas peleas.
La tanda trianera la formaban gallos de grandes casteadores, a la cabeza don José Lezcano, quien desde los años 20 se caracterizó por tener pocos pero siempre extraordinarios bichos. Luego están los hermanos Guerra Medina en sus mejores años (Rafael Guerra era el soltador de Triana) y el ineludible don Nicolás Díaz de Aguilar, cuyos gallos fueron decisivos para el triunfo de Domingo.
El Norte le ganaba esta jornada a San José, por lo que se producía un triple empate en la cabeza. En la última jornada, se pensaba que el Norte le ganaría a San José y La Espuela a Triana, pero aquellos empataron y Triana ganaría por 4-3.

Dos cartas de Rafael Cabrera a Francisco Dorta




Las temporadas de 1945 y 1946 están inscritas con letras de oro en la historia gallística de la isla de La Palma. Fue entonces cuando se enfrentaron Pancho el Músico y Pedro el Foño, dos de los más grandes cuidadores de todos los tiempos.
El Foño preparó gallos de la Banda y de Abajo, mientras que Pancho fue gallero de Arriba. El primer año ganó el Foño por 4 riñas, y le bailó al Músico la danza de los enanos cuando este se había subido al barco para regresar a Tenerife. El Músico pidió la revancha, a condición de pelear 7 gallos y no 5, y al año siguiente, ya mejor pertrechado y conociendo mejor a los gallos, le ganó al Foño por 19 riñas.
Fortuny es Antonio Fortuny, quien en los años 40, con Adolfo el Tejinero, regía el partido de La Espuela. Julián es Julián Felipe, cuidador que trabajaba en los barcos de cabotaje y que murió poco antes al explotar el barco en que iba y que, cargado de dinamita, se dirigía desde la capital a la fajana de Tijarafe. En cuanto a su ayudante, no era otro que el gran Julián Castillo, a quien le esperaba los dos años siguientes un aprendizaje decisivo con el Músico. Ferreira, por último, es Manuel Ferreira, viejo casteador de Tegueste, que tenía los gallos en La Espuela.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Adiós a José Luis Melquiades

Falleció ayer en Los Llanos de Aridane uno de los mejores aficionados a los gallos que tenían las Islas Canarias: José Luis Pérez Lorenzo, más conocido como José Luis Melquiades, ya que de su abuelo, legendario gallista, heredó este nombre.
Infinidad de amistades, tanto en la isla de La Palma como en la de Tenerife, donde residió muchos años, deja este amigo enorme, cuya muerte nos sume en una profunda zozobra. Aunque padecía del corazón desde hace unos cuantos años, poco imaginábamos un desenlace tan rápido, tal vez porque José Luis era un hombre de una vitalidad extraordinaria, que parecía a prueba de bombas. Amigo generoso, en nadie confiaba yo tanto, y no solo en gallos, ya que nuestra amistad iba mucho más allá de esta afición, compartiendo una similar actitud hacia la vida y hacia el mundo. Era para mí un aliado inquebrantable, y nuestra confianza mutua era absoluta.
Poco dicen las palabras en momentos como estos, que suponen también la desaparición de parte de uno mismo. En la foto que acompaña esta nota, José Luis, detrás a la derecha, aparece junto a buenos amigos: Manolo Sánchez, Orlando Dorta, Arnoldo Pérez y el hijo de este. En particular con Orlando hizo una gran amistad. Yo los presenté en La Orotava y al punto José Luis, con ese carácter maravilloso que tenía, intimaba más con Orlando que lo que había hecho yo en muchos años. Aficionado sabio –era un hombre, además, de inteligencia–, llevaba los gallos en la sangre, y cuando tuvo gallos en Tenerife, cerca de Los Rodeos, recuerdo el cariño que les tenía, como si fueran amigos suyos. Incluso llegó a hacer sus pinitos como cuidador, ayudando tanto al maestro Pablo Amador como a Jorgito Benítez.
En La Palma, mis estancias estuvieron siempre acompañadas por él, que era un insuperable anfitrión, visitando las galleras, viendo las peleas, yendo a casas de viejos aficionados como Lino Acosta, Totoño o Emilio de la Cruz, recorriendo la isla con grandes amigos como el cuidador Roberto Hernández o Rafael el soltador, que tanto lo apreciaba.
Sentimos un dolor inmenso, y también por las personas de su familia que conocíamos, en particular su madre, su hermana Ali, su mujer, sus dos hijas y su primo Tom. Para mí, nadie habrá jamás como José Luis Melquiades, aficionado extraordinario a los gallos y amigo entrañable.

Alejandro Niz


Alejandro Niz fue el mejor cuidador que ha tenido Lanzarote, y realizó, siempre en aquella isla, grandes temporadas.
En la foto lo vemos, con su sonrisa franca, cuando lo está entrevistando Farray para la radio, con un magnetofón de los años 70. Por estos años, Alejandro Niz y Adolfo Santana protagonizaron inolvidables “duelos”.

Teatro Atlante, La Orotava, 4 de mayo de 1958



En esta temporada, el Músico le ganó al Boyero por 12 riñas. Hubo jornadas que sorprenden por la duración de las riñas, muy grande. Pancho había caído en cierta rutina (los años además ya pesaban) y Domingo llevaba los gallos duros y poco espueleros. Esa fue una de las causas de que surgieran las peleas entre San Cristóbal y Garachico.
Esta fue una de las mejores jornadas, ganando Domingo por 4-2 y una tabla, y por tanto bajando a 12 la ventaja de La Espuela, ventaja que, como ya dije, sería la definitiva.
A La Espuela le ganaron el segundo y el quinto. Las tablas fueron en la sexta.
Veamos los casteadores del Norte. Don Eduardo Pérez de Ascanio, tras finalizar la temporada de San Cristóbal, le llevó los gallos al Boyero como refuerzo, peleándole Domingo un montón. En la cuarta aparece Domingo Hernández Luis, el padre de Argeo y uno de los grandes casteadores de La Orotava, como otro era don José Negrín. Fijémonos que Argeo ya se ha puesto a castear particularmente.
En las filas capitalinas, empezamos con los hermanos Trujillo López. Yo tuve el honor de conocer a uno de ellos, Ramón Trujillo, y de entablar con él una bella amistad, y hasta formamos un tiempo una entrañable peña Antonio Casañas, Chicho Morales, él y yo, que íbamos juntos a los gallos y luego a almorzar a San Andrés o a donde cuajara. Otros clásicos de La Espuela son Óscar Martín, José Santana y el general Luis Miranda Beautell. Pelan dos gallos palmeros, uno de Melquiades Pérez Díaz, sin duda que casteado por su hijo, ya que este aficionado fuera de serie había fallecido en 1952.
Hubo mucha calidad este día por parte de ambos bandos, enfrentándose grandes gallos, pero la pelea se sensación fue la de las tablas, considerada la mejor de la temporada. Don José Villegas era en los años 50 el mejor casteador de las islas, y uno de los pocos casteadores de quien se han peleado auténticos fenómenos en todas las islas, incluida la de La Palma, donde es muy raro que peleen, y no digamos que triunfen, gallos de otras islas, siendo las únicas excepciones los villegas de los años 60 y los posteriores de don Agustín Cabrera que preparó el Rebotallo. En Lanzarote, gallos de Villega hicieron época, como este día deja su huella este fabuloso colorado que además ya tenía dos riñas. El gallino de Argeo, en forma sensacional, lo acribilló, hasta acabar por meterle toda la espuela hasta la caña de la pata. En ese momento, el colorado de Villegas, de forma increíble, nivela con tres tiros la pelea y fuerza las tablas. Eso es un gallo de verdadera raza.

Una carta de Pedro Cárdenes a Francisco Dorta

Uno de los mejores aficionados a los gallos que ha tenido Canarias es, sin género de dudas, don Pedro Cárdenes. Vivió décadas doradas, desde principio de siglo hasta los años 80, muchas veces acompañando el devenir de los gallos con maravillosas crónicas que inflamaban a la afición. En particular sus escritos de los años 30 y 40 son auténticas joyas. Y además fue quien más indagó en los orígenes y la historia de los gallos en Canarias.
En los años 30 cayó bajo el hechizo de las notas gallísticas que afinaba Francisco Dorta con sus fieras trianeras. Y esa devoción le duró el resto de su vida, ya que para don Pedro no hubo nunca un gallero como Pancho.
Acostumbrado a Pancho, no ve con buenos ojos a los cuidadores de esta temporada, pero esta carta merece ser bien contextualizada.
En efecto, el Picador, gran bebedor de caña, ya iniciaba su declive, pero no olvidemos que Pancho lo consideraba el mejor cuidador de Gran Canaria, y que cuando Pepe Palmero se vio en la tesitura de enfrentarse a su maestro, en 1947, lo primero que hizo fue llamarlo como segundo de a bordo.
Más duro es Pedro Cárdenes con Domingo el Boyero, pero resulta que en esta misma temporada, ya al final, Domingo presentó los gallos en plena forma, y dándole con las espuelas, hasta el punto de que se habló de desafiar al Músico. Hasta habría unas peleas en Tenerife, ganadas, eso sí, por Pancho por 5-2. (No se debe, con todo, hacer mucho caso de estas jornadas de fin de temporada.) El prestigio de Domingo como gran gallero lo alcanzaría en Tenerife, cuidando muchísimas temporadas en el partido Norte, que era uno de los más importantes de las islas. Allí protagonizó míticas temporadas precisamente ante el Músico, incluso ganándole en dos de ellas.
En 1944, como en 1943, cuidan el Picador en Triana y el Boyero en San José. El año pasado había ganado el Picador por 8 riñas, y este se desquita el Boyero, haciéndolo por 9. La temporada en efecto no fue buena, con algunos domingos muy malos y con los gallos trianeros a veces en pésima forma. Pero también hubo grandes jornadas, y sobre todo gallos espectaculares muy bien presentados, empezando por el González Guerra, que peleó el Picador nada menos que cinco veces, siendo la quinta su octavo triunfo. Tan solo eso haría inolvidable esta temporada, pero, por parte de Triana, también pelearon el Montaña Alta de don José Juan Mejías y los topolinos de que habla Pedro Cárdenes (raza que llegó a los años 50), y por San José, le hizo a Domingo tres riñas el torero Mazantini y se cubrió de gloria con unos fenómenos de don Pedro Rodríguez, el gran casteador del Puerto de la Cruz: un canabuey que ganó tres domingos consecutivos (y que llegaría a las 7 riñas) y el famoso Niño, de la casta de los cabañas. Estos gallos de don Pedro, como el Atorrado o el Bizco, campeones también en San José, venían de un célebre canabuey de don Felipe Machado, gallo de impresionantes espuelas amarillas y fabuloso como animal de casteo.
Al año siguiente, el Boyero se pasaría a Triana, pero ya nadie podía hacer nada ante Pepe Palmero, que le ganó por 13 riñas. En el 46, Pepe le gana al Pichón por 22, y así llegamos a los años 47-50, entre Pancho y Pepe. Lo que seguirá, pese a que haya habido grandes temporadas, es un declive irreversible. En 1950, con la peste aviar, se cerraba la edad de oro de los gallos en la isla de Gran Canaria.
Escribe Pedro Cárdenes esta carta tras la décima jornada, cuando lleva San José 4 de ventaja. En esa jornada los gallos joselitos fueron en “lamentable condición”, escribía Montenegro, y dos de Triana perdieron por “agotamiento físico”. Aún peor sería la siguiente jornada.
De la última jornada escribe Ele en “La Provincia” que al final subió él mismo a la valla para entregarle a don Ramón Rodríguez la copa donada por el Cabildo, por resultar su partido vencedor de la temporada. “El público, puesto de pie, aplaudió frenétAñadir imagenicamente a los vencedores, en particular a don Domingo Morales, preparador de los gallos, que una vez más obtiene un gran triunfo, ganándose por sus propios méritos, para el próximo año, el puesto que hoy ocupa, que con tanto tesón y cariño ha sabido defender. La enhorabuena, Domingo”.
Una carta de don José Araña
El 3 de mayo de este mismo año, don José Araña, en nombre del partido de Triana, le pedía gallos de refuerzo a Pancho:
“Estimado amigo Pancho: En vista de lo deficiente que está el partido de Triana de gallos de 4.3, 4.2, 4.1 y 4 libras, y que con toda seguridad a Vd. le sobrarán esos pesos, recurrimos a Vd. para que, mediante una gratificación de 500 a 700 pesetas, nos remita dichos gallos en un número de 6 u 8, que al terminar las peleas se les devolverán a sus respectivos dueños. Es conveniente que todas las gestiones se lleven a efecto con el mayor secreto posible, de lo contrario perderíamos la ventaja, ya que el enemigo ataca por el peso grande, del cual escaseamos. Los gallos que Vd. remita estará de más decirle que serán gallos buenos y sometidos al trabajo que Vd. tan solo sabe darles y que inspira toda nuestra confianza.”
Esos refuerzos no llegarían, porque no se ven gallos tinerfeños encabezando las tandas trianeras en las pocas jornadas que restaban. Como en los años 30, San José poseía una casa de gallos superior, y con muchos gallos grandes. Como nos dijo una vez Julián Castillo, “era muy difícil ganarle a San José”.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Visita a las galleras del Norte y de Güímar

Con el cronista Nicolás Lezcano y el fino aficionado venezolano Asdrúbal Timeo, visitamos las casas de gallos de los partidos Norte y Güímar.
La gran novedad es la gallera del Norte. Ahora se encuentra en una bajada para la playa del Pris, y tan perfectamente ubicada y dotada que puede decirse supera a la de Santa Úrsula. Se trata de una enorme nave antaño granja de cochinos, en una zona de plataneras. Ideada por un holandés, perdió su función cuando la tocó la peste africana. Ahora, tras una labor dura de acondicionamiento, se convierte en la nueva sede del histórico partido, en zona de buen clima, cálida y con buena orientación. Y con espacio sobrado, hasta para hacer peleas sueltas.


Fue un placer saludar a aficionados que hace tiempo no veíamos, como Carmelo Acosta, Menoti, Salvador Dorta, Pedro Cabrera, Florencio Hernández, Cheché, Antonio Miguel, Antonio Galapún (quien, por cierto, está más al tanto de la actualidad gallística que nosotros...). Al cuido de los gallos, repite el cubano Pedro Jiménez. Tendrá mejores condiciones para trabajar, sin duda, que las que tuvo en temporadas anteriores.


Por Güímar se ven muchas caras nuevas, aparte los clásicos como Tato Reyes, Gonzalo Alberto o Antonio Jorge. También repiten cuidador: el también cubano Carlos Díaz, que nos obsequió con unos puritos de su tierra. Pero hay un refuerzo importante: Antonio Rodríguez, quien se conoce la casa de gallos al dedillo, ya que allí ha cuidado varias temporadas, entre ellas algunas en inolvidable tándem con Jorge Benítez. Antonio ya andaba por allí, y con él departimos largamente sobre nuestra afición.
Hay buenas perspectivas de obtener un recinto adecuado para celebrar todas las peleas del Norte y La Espuela en el área de Santa Cruz, o incluso en Santa Úrsula. Esto sería un puntazo, y ya permitiría decir que nos encontramos ante una temporada más presenciable que las anteriores.
Aparte las peleas Norte-Espuela y las de Güímar con La Guancha y el Sur, el partido El Agujero celebrará cuatro jornadas con el Sur, tres con La Espuela y seis con el Norte. Un calendario sin duda bien repleto el que ofrece este año pues la isla de Tenerife, si sumamos las jornadas entre Güímar y El Volcán, que este año se dedica a viajar, ya que, tras romperse en la última jornada las relaciones con Teguise, este partido se enfrentará a un componente de Arrecife, capitaneado por el Capitán, Aureliano Negrín.

Tenerife, 1956-1957





Curiosas son estas hojillas en que se anuncian peleas de gallos. En 1956, el partido de Garachico resurgía, cuidado por Fermín Adán, para al año siguiente iniciarse las contratas con San Cristóbal. Como en tantas ocasiones, la entrada era a beneficio de una obra caritativa.
El Músico aparece como estrella de esas peleas y de las que oponían a La Espuela con el partido de Álvaro Tapia, donde se daba salida a gallos de lo que podríamos llamar una segunda división. Muy simpática es la designación de Pancho como “el Maestro” y Tapia como “el Estudiante”.

Otra carta de Matías Guerra a Francisco Dorta

El 21 de abril de 1941, en papel de la Dirección Facultativa de las Obras del Puerto de La Luz y Las Palmas, donde trabajaba, don Matías Guerra le escribe otra carta al “Músico”. No la reproducimos porque vuelve a girar en torno a las peleas que se pensaban celebrar en Las Palmas, y que no tuvieron finalmente lugar. Matías Guerra habla de cinco tandas, con San José y Triana, más una con el Pichón.
Lo interesante está en el último párrafo:
“Ayer ganamos por 3 de ventaja. La tanda que presentamos fue de 7 gallos reñidos, entre ellos algunos extraordinarios. El martes como de costumbre le enviaré el periódico, y en él leerá la reseña de las peleas. Por eso no entro a detallársela. Lo que sí le comunico que la última fue EXTRAORDINARIA. Levantó al público. Fue una pelea emocionantísima. Ya le digo, una cosa extra.
Fuimos a la prensa para ver qué pelea fue esta. Estamos en la jornada 12. Triana gana por 5-2 y sube la ventaja general a 6 riñas. Cuida el Picador en Triana y el Boyero en San José; al final ganaría aquel por 10 riñas. En “Falange”, escribe Gallino:
“Y vamos a la pelea cumbre, la séptima, la del máximo de emoción. Dos giros que son dos fieras. El de San José partió un ojo de entrada al trianero y se aventajó un tanto, pero la valentía de este fue extraordinaria, acometiendo con alma y sin enterarse del dolor. Los dos gallos ponen en peligro sus vidas a cada disparo y el público no puede contener la emoción. El trianero sufre mayor castigo y estaba hecho una criba. Ya no veía de cerca y pierde además el pico. Pero sin embargo, un formidable revuelo suyo paraliza por un momento la acción de su rival y la emoción alcanza su punto culminante. El de San José puede reponerse y se decide a matar, y lo hubiera conseguido, si el soltador de Triana no retira a su gallito, que se hizo acreedor a la vida. La pareja mereció una gran ovación. Vencedor: Giro de don Néstor M. Padilla, ganadería de don José Padrón, por San José. Vencido: Giro (1 p.) de don Demófilo Mederos, ganadería de don Fernando Cabrera, por Triana.”
Y ahora, la crónica de Ele, en “La Provincia”, quien nos informa que seis gallos (y no siete, como dice don Matías Guerra) llevaba peleados el Picadors, sumando un total de 12 riñas:
“La séptima fue lo no visto hace muchísimos años. Dos gallos de la máxima categoría en raza y en heridores. Una pelea que bate el récord de las emociones. Dos gallos que hacen la pelea tiro a tiro y que se acribillan. Una pelea que tan pronto la tiene uno a su favor, como el otro. El público presencia la riña puesto en pie y los soltadores constantemente tienen que intervenir al desenganche. Las fieras se acometen duramente y ambos gallos manan sangre, abundantemente. El público no puede contenerse, y no se oyen sino grandes gritos. El gallo de Triana, que recibe casi de entrada un golpe de sentido y tiene un ojo tapado, busca recursos y se echa fuera y con sus salidas y sus tiros pone en difícil trance a su enemigo. Pero este, cada vez que lo coge, le propina su puñalada. El trianero pierde el pico. ¡No puede agarrar! Sigue buscando recursos. Tira un revuelo y ¡que si quieres! Se las ve negras el joselito, pero vuelve este a agarrar y lo deja mal parado. Tres revuelos seguidos del trianero hicieron creer al público en una posible victoria, pero el joselito le da otro tiro y no quedó más remedio que retirar el gallo de Triana: había que salvarle de una muerte segura; se lo merecía como gallo extraordinario. ¡Qué dos ejemplares! ¡Qué calidad de gallos! ¡Mejores, imposible! Y pelea igual, por largos años, desgraciadamente, no la veremos”.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Dos maestros en Lanzarote


Tres veces se enfrentaron Adolfo Santana el Pichón y Roberto Hernández en la isla de Lanzarote. En 1994 hubo tablas, con Roberto en la Villa y Adolfo en Arrecife. En la última jornada, llevaba Adolfo 3 de ventaja, pero Roberto le ganó por 4-1, con tablas en la última pelea. Imposible más emoción.
En 1996, cuidando en los mismos partidos, Adolfo se impuso por 8 riñas. Era su quinta temporada consecutiva victoriosa en su isla adoptiva.
En 2002, cuidaron Adolfo en la Villa y Roberto en la Capital. Tenía el cuidador palmero que dejar las cosas claras, y lo hizo ganándole a su colega aruquense por 3 riñas. La foto de hoy fue sacada en la última jornada de esa temporada.
Empate pues, 1 a 1 y una tabla, entre estos dos grandes maestros de la cuida gallística canaria, Adolfo tristemente ya desaparecido y Roberto ya con 70 años, pero en buena forma y aún asistiendo a las peleas en el Valle de Aridane. Y no olvidemos que tomó la alternativa en 1960, o sea ya hace más de medio siglo.

Teatro Atlante, 5 de junio de 1955


Se cerraba este día la temporada en el Teatro Atlante de La Orotava, lugar lleno de memorias, que hace unos cuantos años un alcalde siempre apoyado masivamente por su población (lo que poco bueno dice de ella) mandó derribar.
Solo en la jornada 11 había logrado el Norte adelantarse, por 2 riñas. Al llegar este último día, tenía una, y La Espuela había dado muestras de flaqueza en la citada jornada, hasta el punto de que los cronistas de Santa Cruz (siempre favorables a La Espuela) dieron la temporada por perdida.
Pero el Norte dejó escapar su oportunidad, y salió derrotado por una mantilla. Sin duda que el Músico había reservado para el final los gallos que trajo este día, y de hecho todos los gallos que subieron a la valla habían sido peleados (es una pena no conste en los programas el número de riñas).
El primer gallo aparece casteado por Pancho. El cuidador de La Orotava tenía por costumbre dejar en la gallera de la Vuelta de los Pájaros algún gallo en casteo, y así aparecieron siete pollitos hijos de un gallo de Pedro Tabares. Uno de ellos es este colorado, conocido como el 7 Machos. Peleó como en su vez anterior: un tiro, coge al otro en los revuelos y se desentiende de la pelea. Pero con eso le bastó para tumbar al melado de Juan de la Cruz, el fino casteador y gran aficionado del Puerto.
Empata el Norte con un colorado de Vicente Linares ya peleado, muy bueno, y que además tuvo delante a un giro precioso pero cojo, lo que muestra los escasos recursos de que Pancho disponía ya. Aunque dice que el casteador era Pepe Mascareño, se trataba de un gallo de La Palma.
El siguiente giro era de Óscar Martín, y ganó bien. Gran pelea fue la cuarta, entre los giros de Arnay y Domingo García, quien por cierto, que sepamos, es el único superviviente de los nombres que aparecen en este programa, aún visitable en su bella casa de la Calle Verde de La Orotava.
Otra gran riña fue la quinta. El canabuey teldense de Manuel Álvarez con 4 ó 5 peleas y el giro de los Acevedo también veterano, comienzan ambos muy bien, pero el canabuey, a los pocos tiros, mata al giro
El alirón llega con el giro de Arnay, en una pelea tremenda, a diferencia de la última, con otro gallo palmero por parte de La Espuela.
Fue una jornada en que los aficionados de La Espuela ganaron mucho dinero (y los del Norte perdieron, claro está
En la publicidad, destaquemos el nombre de Felipe Casanova Machado, un gran aficionado, cuya imagen gruesa, siempre con su bastón, recuerdan aún los viejos aficionados.
En las temporadas siguientes, el Boyero se tomaría la revancha, ganando por pequeñas ventajas, pero ganando.
NOTA: En la página 203 del DGC hay unos cuantos errores al comentar esta temporada. El Norte se puso con ventaja por primera vez no de una, sino de 2 riñas. Al llegar la última jornada, lleva una, o sea que no están entablados. Y la ventaja final es pues de 4 riñas, y no de 5. Esto se debe a la lectura que hice de los periódicos, donde no se especificaba la ventaja y había que sacar las cuentas de modo a veces confuso. Menos disculpable es el último error, cuando digo que en la penúltima peleó por el Norte un colorado de Horacio Pulido, quien, como es bien sabido, siempre fue de La Espuela. Ese colorado, palmero a nombre de Horacio Pulido, protagonizó, por La Espuela, la pelea de la temporada, en la penúltima riña de la penúltima jornada, ganando un giro de Andrés Delgado. Con los programas ahora a mano, gracias a la gentileza de la hija de don Florencio González, el joyero lagunero, la información pasa a ser mucho más fidedigna.

Una carta de don Antonio el de las Papas a Pancho el Músico

Seguimos con las cartas al inmortal Músico. Y seguimos en la temporada grancanaria de 1941, cuando el cuidador de La Orotava es solicitado para llevar unas tandas al Cuyás, sin que hubiera fruto final.
El 5 de abril, el casteador Antonio Rodríguez le escribe, a mano:
“Estimado amigo Francisco:
Aprovechándome del envío del gallo que he sentido no mandarle antes, le saludo con estas líneas. Ya sabe Vd. que yo no he tenido culpa en lo del gallo, porque Déniz tardó con él y se lo hice traer a la casa de gallos y allí lo tuve para mandárselo a Vd. más pronto, ya que si no tarda lo menos un año.
Yo pienso que está enterado de la gran pelea de su giro, mató a uno de Villegas de cuatro tiros. ¡Qué gallito! ¡Gracias a Vd.!
Ya que tengo que escribirle sin cumplidos, por la prisa pues esta noche sale el hermano de Pepe y la lleva, le voy a pedir un favor que espero de Vd., y es que si me puede mandar una de las dos gallinas del giro de don Juan de la Fe. Es para ponérsela al colorado de las cuatro peleas, que es nieto de un payaso, y si no pudiera una de estas dos, espero otra gallina que a Vd. le parezca bien para tal «gallito».
Ya nos enteramos que nuestros compañeros de Tenerife vendrán pronto y esperamos venga Vd. también con ellos o quizás de guía. Ahora, que hay que tener en cuenta que fue de Triana, eh!
Sin más por hoy, me despido de Vd. esperando no tenga en cuenta mi falta del gallo. Adiós!
Su affmo y amigo
Antonio.
Recuerdo de don José González y de todos los partidarios, y míos a toda su familia.
P.D. Ansiamos verle aquí el año próximo como nuestro «jefe» en los gallos.
P.D. Recuerdos de mi parte a su esposa, hija y dos hijos. Hasta pronto.”
Don Antonio Rodríguez era un destacado casteador trianero, conocido como “don Antonio el de las papas”. De ahí que su gallo más famoso haya sido “el Papero”, que no es otro que el colorado al que hace referencia, a la sazón con cuatro riñas, pero que aún ganaría tres más. Ahora nos enteramos que este célebre gallo –llamado “rey de reyes” por Montenegro– era nieto de un payaso de don José González Suárez. En una de sus grandes peleas, la valla, al uso antiguo, se llenaría de sombreros, lo que volvería a ocurrir con el González Guerra. Lo preparó siempre el Picador.
Al final de la carta, Antonio Rodríguez le manda a Pancho recuerdos de José González Suárez, el casteador de los payasos y entonces presidente de Triana. Ya dijimos al publicar las cartas de este a Pancho, que era una figura enigmática, ya que no tenemos foto alguna de él y sus apellidos tan corrientes hacían difícil detectar algo más que se le refiera. Recurrimos a Alejo Yánez, como tantas veces, y nos dijo por teléfono que lo recordaba perfectamente: un hombre alto, fuerte, muy rico, que vivía en Vegueta y llegó a ocupar cargos en el ayuntamiento de Las Palmas.
Déniz no debe ser el Pichón, ya que había otro José Déniz, casteador, que crea a veces confusión con el gran cuidador.
La pelea a que se refiere fue la última de la jornada octava, que tuvo lugar el 23 de marzo. Veamos cómo la comenta Gallino en “Falange”:
“Cogido de hoya, desde el principio el trianero puso su motor a toda velocidad y pudo llegar a la meta. Tapó un farol y torció al de San José, dándole muerte inmediatamente. Hizo lo que tenía que hacer. Vencedor: el trianero giro de don Antonio Rodríguez, casteado por don Francisco Dorta. Vencido: melado de don Juan Báez Sánchez, casteado por don José Villegas”.
Y Ele en “La Provincia”:
“Entró dominando San José y seguidamente lo dejan tuerto y le extienden el certificado de defunción. El muerto era propiedad de don Juan Báez, y el vivo de don Antonio Rodríguez”.
Juan de la Fe era un buen aficionado trianero, que tuvo algunos finos gallitos, tanto como casteador como a su nombre. Y Pepe debe ser Pepe Palmero.
Como se habrá visto, los trianeros seguían soñando con que el Músico volviera a cuidar en el partido al que tanta gloria había dado.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Lopito Acosta


Hijo de Lope Acosta, Lopito fue un aficionado muy querido, y un apostador de los que más daban ambiente a las peleas de gallos en el esplendoroso Valle de Aridane.
Era tan gallista al cien por cien, que hasta casó con una hermana de Adelino Acosta, otro nombre señero de los gallos en aquella tierra. Así parecían conjuntarse las dos aficiones rivales: Tazacorte y Los Llanos.
Cuando le preguntamos por Lopito, hace unos días, a Arquímedes Acosta –bagañete en La Laguna de Tenerife–, los elogios salieron en cascada: “gran persona”, “muy noble”, “apostador pero nunca peleón”, “nunca ofendía a nadie”, “hombre de corazón”, “buena gente”, “tan querido en Tazacorte como en Los Llanos”...
Esta era su imagen habitual: campechano y con su sombrero. Y aficionado con locura a los gallos. Murió joven, pero vive en el recuerdo de todos los aficionados que lo conocieron.

Arrecife, años 50


Cuando visité Lanzarote para documentarme sobre el rico mundo gallístico de aquella incomparable isla, recibí el apoyo decisivo de Pedro Chacón, aficionado fuera de serie, que me facilitó, ampliadas, muchísimas fotografías luego insertadas en el DGC. Otras, por diversas razones, quedaron guardadas en mis carpetas, y de ellas las más interesantes las comienzo a sacar hoy en esta página.
La más antigua es esta. Pero por desgracia no tomé nota del lugar ni de los presentes. Sin duda es por fuera de una gallera, probablemente la del Sur, donde soltaba los gallos el gran don Tomás Armas Doreste, o sea don Tomás Chacón, padre del citado Pedro Chacón. Es, a mi juicio quien aparece entre el aficionado de la boina y el gigante que saluda con el sombrero. De resto, solo sé que el aficionado sentado en el bordillo de la acera es Domingo Rodríguez Noda.
¿Y el gallo? Solo se ve una bola confusa, pero sin duda se trataba de uno de los grandes gallos de la época.
Si tuviéramos a mano al amigo Aureliano Negrín, mucho sabríamos de esta foto. Cuando se la mostremos, volveremos a publicarla con más información.

Arrecife, 27 de marzo de 1955


En esta temporada, Juan Jorge se desquitó de Alejo, ganándole por 12 riñas. Pese a la diferencia, la temporada estuvo a la altura de las anteriores, y no hubo críticas a la labor de Alejo, al menos en la prensa, donde Cañera (sin duda Guillermo Topham) informaba desde las páginas del periódico lanzaroteño “Antena”. La cuida fue buena por ambas partes, pero Juan Jorge tuvo unos cuantos gallos de bandera que marcaron la diferencia.
Si el gallo de la temporada fue un sensacional giro norteño de Villegas (a nombre de Federico Coll), ganador de 5 riñas, no hay que olvidar la presencia, también en las huestes de Juan Jorge, de uno de los más extraordinarios artistas que han peleado nunca en aquella isla: el glorioso Macarena. En esta cuarta jornada subieron a la valla ambos fenómenos, en las dos últimas riñas, dándole el triunfo por ventaja a Juan Jorge. El Norte llevaba 1 riña y pasaba pues a sumar 2.
Cañera comienza así su crónica: “Una cosa creemos necesario señalar antes que nada para satisfacción de ambos cuidadores. El excelente estado de preparación en que fueron presentados todos los gallos. Y si esta vez ganó el Norte, no es menos cierto que lo mismo pudo haber ganado el Sur. Por eso opinamos que en este caso, y en justicia, el mérito cabe distribuirlo por igual entre vencedor y vencido. Nuestra enhorabuena, pues, a ambos, Juan Jorge y Alejo Yánez, que están demostrando ser dos buenos cuidadores”.
Las tandas fueron excelentes, con 10 gallos peleados y cuatro pollos que estuvieron a la altura, y por todo ello Cañera considera la jornada “la más brillante de cuantas se han celebrado en los últimos años”.
Obsérvese que Juan Jorge solo peleó un gallo lanzaroteño (el Macarena), mientras que Alejo solo subió a la valla uno de fuera: el colorado de don Nicolás Díaz de Aguilar. Por el Norte pelearon tres gallos de Gran Canaria (don Ramón Rodríguez, don José Hernández López y don José Villegas), dos de La Palma (el de Ramos Ferraz y el quinto) y uno de Tenerife (el de don Adolfo el tejinero). De los seis gallos que el Sur peleó de don Andrés Fajardo, solo ganaron dos.
El melado de don Ramón Rodríguez hizo una pelea brillante, ganando en 5 minutos, al hacer coger varillas al giro.
La segunda fue la única mala, pero en la tercera se vieron frente a frente dos buenos espadachines, particularmente el giro de don Andrés Fajardo, que “cada vez que levantaba las patas untaba las espuelas, aunque dio muchos menos tiros que el norteño. Este era más activo y peleador (¡cómo se le atravesaba!), pero, sin embargo, hubo de coger las de Villadiego a los 5 minutos, ante la contundencia espolera de su contrario”. Empata Juan Jorge en la siguiente con el colorado de Hernández López, y Cañera aprovecha para hacer un juego de palabras: “Al bayo super-Cava no lo dejaron ni resollar. Con poco ruido, pero con muchas nueces, el colorado le fue diciendo con sus espuelas: ¡acábate! y sacavó”.
La quinta fue la más rápida: en 26 segundos, el extraordinario pollo de don Nicolás Díaz Aguilar –ya sabemos que Alejo era un maestro preparando pollos– “despachó al colorado norteño, al inferirle una tremenda puñalada de cuello, remachándolo seguidamente con un acertadísimo y oportuno golpe de ojo y sentido”. Guillermo Topham hace un comentario sobre los buenos gallos que está sacando este histórico casteador grancanario.
La sexta dejemos que nos la cuente el cronista:
“¡Qué riña, señores! ¡Ha sido algo verdaderamente maravilloso! Dos gallos extraordinarios que nos brindaron la pelea más espectacular habida en Lanzarote hace años. Es primero el Villegas quien hiere fuertemente al sureño para este replicar inmediatamente con un par de venenosos tiros que degüellan al giro, haciéndolo cantar. Nuevo y acertado tiro del colorado y espectacular rebatida del Villegas, que acabó con su rival. Ensordecedora salva de aplausos del público y presencia en la valla de Juan Jorge, que fue entusiastamente ovacionado por sus seguidores. Sin quitar méritos al del Norte, nos gustó más el del Sur. Nuestra felicitación a los casteadores, don Andrés Fajardo y don José Villegas”.
Obsérvese en este relato cómo el cronista dice “un Villegas”. Es el único caso de todos los tiempos en que se habla de los gallos de un casteador de esta manera. En La Palma se habla aún hoy de “los Villegas” que pelearon legendariamente en el partido de Los Llanos hace ya casi medio siglo.
Quedaba la decisiva, pero poco podía hacer Alejo ante nada menos que el Macarena, en su segunda gran victoria. Escribe Cañera: “El giro norteño volvió a demostrar que es un gran gallo. Al principio recibió uno buenos crochés del colorado, pero en seguida, en un alarde de eficiencia espolera y ardor combativo, fue aniquilando a su rival hasta dejarlo descuartizado”. Aún ganaría cinco peleas más.
Otros casteadores que tuvo este año el Norte fueron Juan Arrocha, Aquilino Fernández, Casto Martínez, José Reguera. Y el Sur, Andrés Cabrera, Rafael Ramírez, Emilio Sáenz, Gregorio Toribio.

Una carta de Andrés de las Casas a Francisco Dorta




Seguimos avanzando con la publicación de las cartas a Pancho el Músico, suerte de apéndice al estudio biográfico que le dedicamos en forma de libro hace unos años.
Andrés de las Casas y Casaseca era un palmero residente en Las Palmas. De temperamento exaltado, debió de ser una persona de cuidado, por lo que nos demuestra lo que sabemos de él.
Escribía de gallos en la prensa como Diógenes y como X.X. En 1936 emitía en el “Diario de Las Palmas” dudas sobre la honestidad de Pancho. Espuelas, algo en las plumas: lo de siempre en las personas de ánimo venenoso. Inmediatamente, se dedica a ponerlo por las nubes en unos grandes artículos, muy interesantes. Pero el 24 de mayo de 1937 vuelve, ahora en “Falange”, a sugerir acciones inconfesables. Nuevo y definitivo bandazo tenemos en esta carta, cuando ya el Músico se encuentra en Tenerife y todos –trianeros y joselitos– lo recuerdan en Gran Canaria. Rectifica lo que había dicho y vuelve a poner a Pancho por las nubes, incluso condenando a los que (como él) han dudado de su probidad y grandeza.
Por otra parte, lo vemos sembrar cizaña con el chisme que le larga sobre Juan Lucas. Pero ni Lucas terminaría la temporada, sustituido por el Boyero, ni estas peleas entre Tenerife y Las Palmas acabarían por celebrarse.
De todos modos, la carta es interesante, y la nota periodística una pequeña joya.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Telde, 1978



Aquí tenemos una foto que ya es historia. Se trata de un momento de las peleas en Telde, concretamente en el Polideportivo Paco Artiles. Puede datarse en 1978 ó 1979, ya que estos fueron los dos años de Marcos Melián en el partido teldense. Por mi parte solo reconozco a Antonio Hernández junto a Marcos y, a la izquierda, con corbata negra, a José Navarro Calderín.
José Carlos García Artiles, al verla en Las Palmas, detectó a otros aficionados, todos de Telde: Maestro Andrés, Manuel Amador, Artiles, el Silopo, Sarmiento Naranjo, varios apostadores. Está retratado aquí, en sus palabras, “el Telde profundo”, en unos años que ya comienzan a parecernos demasiado distantes. En la parte contraria de la foto debía encontrarse la afición de Las Palmas o la de Arucas, ya que estos años se hacía un triangular.
Marcos contó en estos dos años con muy buenos gallos de Carlos Corpas, Álvaro Brito, Francisco Pérez Báez, Miguel Galván, Nicolás Suárez, Ángel Machín, Antonio Hernández, etc.
Esperamos de aquí a unas semanas identificar a muchos de los aquí presentes. Sin duda que el amigo Marcos podría localizarlos a casi todos.

Circo Cuyás, 9 de mayo de 1954



En la temporada de 1954, se enfrentaron Pablo Amador por San José y Antonio Gutiérrez –discípulo de Pepe Palmero y maestro de Marcos Melián– por Triana. Fue una magnífica temporada, ganando el cuidador lagunero por 2 riñas, que es precisamente la ventaja que lleva tras el 4-3 de este domingo, el decimocuarto, que fue uno de los mejores, si no el mejor de todos. El aficionado que le envía el programa a don Florencio González le dice: “Los gallos de los dos partidos muy bien. Extraordinarias peleas. Gallos muy buenos”.
Las peleas duraron 19 minutos. Escribe Montenegro: “Tres riñas relámpagos en 4 minutos, y otras tres, las últimas, en 7. Lástima que desentonara la del centro, la cuarta pelea, al invertir ella sola 8 minutos, casi tanto como las seis restantes juntas”.
En las tres primeras liquidaron a sus contrarios el melado de dos riñas de don Antonio Falcón y el colorado del propio Montenegro (casteado con un gallo de Villegas, como dice Montenegro para, modestamente, no nombrarse) en 1 minuto, y el melado pinto de don Antonio Falcón en 2.
Las grandes peleas fueron las tres últimas. De la quinta, entre dos veteranos, escribe Montenegro: “Fue un gran combate, aunque también relámpago. En magníficas condiciones el trianero, peleando bien, dando medias vueltas y entrando a picar con maestría para disparar con toda potencia y afinación, hubiérase apuntado un triunfo más si no tiene que habérselas con gallo tan encontrado. Este se las sabía todas y le esperaba dispuesto a impedirle que se despachara a su gusto. Y así resultó que al minuto cae redondo al suelo el de Triana cogido de tijera. Fue una lástima que perdiera así, pero a su dueño le cabe la satisfacción de haberlo visto bregar en condiciones, en buena lid, sin mengua facultades. Y ya es bastante. Su contrario también tenía el mismo derecho”.
Este último comentario se explica porque Montenegro, al principio de su crónica, se ha quejado de que algunos gallos de Triana venían mermados de facultades.
Le toca ahora ganar a Triana, que establece el 3-3, tumbando además el colorado de 3 riñas de don Francisco Navarro al de 5 riñas de don Simón Doreste Estruch. Pelea pues muy esperada, y que no decepcionó: “Otro gran combate, de características iguales al anterior y que también tuvo que aplaudir el emocionado público. El gallo joselito, admirable peleador, dominaba a su contrario, zarandeándolo al principio, hasta que muy pronto este, también ducho en la materia, se atraviesa e impide los golpes enemigos. La refriega llegó al máximo de emoción cuando el trianero dispara con gran precisión y corta de vena, produciendo la gran hemorragia. El joselito entonces se manifiesta como gallo digno de las cinco victorias conquistadas y va al ataque con furia primera, segunda y tercera vez, hasta que su soltador, temiendo por su vida, salta a la valla y lo retira en medio de gran ovación, cuando habían transcurrido 3 minutos. Es que el gallo trianero es extraordinario y también tenía derecho”.
San José ha ganado las impares y Triana las pares. Todo se decide en la última, y la gana Pablo Amador, que ha llevado los gallos más regulares de cuida. Fue además la pelea de la jornada: “¡Vaya riña esta, caballeros! No puede pedirse nada mejor. ¡Qué tres minutos de emoción! Desde el principio, tuerto el joselito, y ¡de qué manera!, queda loco dando vueltas en medio de la valla. Su contrario continúa castigándole y le tiene ciego en pelea y malherido, consagrándose como gallo terrible de espuelas. El público le aplaude creyéndole ya vencedor. Pero el joselito no había dicho su última palabra. Estaba allí dispuesto a vencer o a morir, tirando siempre el pico en todas direcciones, hasta que en una de estas pilla y dispara con tal violencia y afinación, que su contrario, espantado, da un gran salto. Este se repone y vuelve al ataque, pero un tiro más del ciego y el trianero alcanza fuerte puñalón casi mortal. Entroncan enfurecidos los bichos y se disparan sendos tiros, como gallos no solo excelentes, sino en magnífico estado de cuido. Así da gusto. Uno había de llevarse la palma de la victoria y esta correspondió al fenómeno joselito, aunque su rival, herido de muerte, nunca quiso darse por vencido. Gran ovación”.

Una carta de Matías Guerra a Francisco Dorta, febrero de 1941



Don Matías Guerra era otro de los grandes aficionados del partido de Triana: casteador, soltador y presidente en la época del Músico, a quien tanto estimaba y admiraba. Trabajaba en la Junta de Obras del Puerto.
Aquí le comenta a Pancho la tercera jornada de la temporada entre el Picador y Juan Lucas, quien sería sustituido al final por el Boyero, ganando el Picador por 10 riñas. Hace referencia a un melado de don José Villegas por parte de San José y a un colorado por Triana de don José González Suárez (y por tanto un “payaso”). El melado peleó en la cuarta contra un colorado del Pichón, y la riña la comenta así Ele: “Los dos pasan bien, demostrando ser excelentes gallos. El melado es el primero en mojar las espuelas, pero el colorado no se amohína y castiga duro a su adversario. Este contesta y hiere mal al trianero, que pierde el pico y se queda cajeteando. El gallo de San José agarra dos tiros y pone k.o. a su mal enemigo, a los 2 minutos 17 segundos”.
El colorado de González Suárez, que venía por cierto a nombre del propio Ele (Daniel Navarro, o familiarmente “Cacharrito”) le gana a un colorado de don Fernando Caubín: “En los primeros tiros ponen de manifiesto ser dos grandes gallos y como tales se portan. La pelea se desarrolla a gran tren, revistiendo la máxima emoción un gran tiro del que dependía la vida de uno. El de San José, muy malherido, con un ojo de menos y el cachete partido, se defendía y hacía pasar al colorado tragos amargos. Este, que de entrada cojeaba, parecía que iba a sucumbir, dada la valía del enemigo y de sus tiros peligrosísimos. El colorado agarra dos tiros y pone fuera de combate al gallo del señor Caubín a los 4 minutos 19 segundos. Don José González Suárez fue felicitado. Grandes ovaciones.”
Nombra luego Matías Guerra a dos grandes casteadores tinerfeños: Tomás Barrios, sin duda refiriéndose a uno de sus colosales giros, y Guillermo Soto, compadre de Pancho. Ambos tuvieron unos pocos gallos, pero que tuvieron una descendencia extraordinaria, propagada por todas las islas. También conocidos en la historia gallística son Simón Doreste, Juan Díaz, José Déniz “el Pichón” y don José Lezcano (quien fue un buen amigo de Pancho, como se aprecia en las cartas que venimos publicando, donde nunca faltan los recuerdos suyos).
Interesante es la referencia al colorado de Antonio Rodríguez. Se trata del “Papero” o “colorado de las papas”, al que dedicamos una entrada en el DGC (pág. 141). En la temporada anterior había ganado tres riñas, y en la primera jornada de esta hizo una exhibición sensacional. Pero aún ganaría nada menos que tres riñas más, solo sucumbiendo en 1942 al ser desafortunadamente cogido de tijeras. Antonio Rodríguez se dedicaba al negocio de las papas, y era llamado “don Antonio el de las papas”.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Segunda carta de José González Suárez a Francisco Dorta



Otra carta interesante, esta vez sobre todo por mostrarnos la mecánica económica del Cuyás, y lo difícil que era mantener las casas de gallos incluso en aquellos tiempos de mucho público. Y siempre sin recibir un céntimo de las entidades oficiales. La afición a los gallos en Canarias se ha mantenido de modo verdaderamente heroico, por tradición.
Como ya dijimos en el comentario de la carta anterior, el Picador ganaría por 7 riñas en una buena temporada, aunque ya fuera imposible igualar a las del Músico, quien al final no iría a Las Palmas. Pero en cambio se organizaron unas peleas en Tenerife, preparando Pepe Palmero los gallos de Las Palmas y Pancho los de Tenerife.
La victoria del Músico fue arrolladora: 7-0, 4-3 y 4-3. Las tres jornadas se celebraron en el Cine Avenida de Santa Cruz de Tenerife. Reproducimos aquí el programa de la segunda de estas jornadas:


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Antonio Bolaños en acción

Un buen documental sobre la gallera de la Montaña de Gáldar, que lleva nuestro viejo amigo Antonio Bolaños, puede consultarse en youtube, buscando en google gallera de gáldar.

Mario José Robles, en La Espuela

La gallera de La Espuela ha contratado para la próxima temporada a Mario José Robles, mientras que el Norte repite cuidador. Recordemos que el año pasado Mario comenzó en el Norte, pero con un atraso, ajeno a su voluntad, de mes y medio. Perdió en las primeras jornadas, y el partido norteño, en un acto que no lo honra, le dio la baja en vez de asumir su propia responsabilidad. Este temporada, el gallero de Santa Úrsula puede desquitarse al mando del histórico partido de la capital, que siempre cuenta con aficionados entusiastas y que, aunque carezca del potencial del Norte, es capaz de hacer una buena temporada.

Un artículo de 1945 en “Canarias Deportiva”


Hemos encontrado este artículo hace poco tiempo. Por su gran interés histórico, merece conocerse.
Va dedicado a don Luis Guedes Caballero y a don Manuel Bravo de Laguna, el primero un gran aficionado joselito por esta época y el segundo quizás hijo del Manuel Bravo de Laguna que fue uno de los casteadores clásicos en Gran Canaria a fines del XIX y principios del XX. Manuel Bravo de Laguna aparece con grandes gallos en los años 40 en San José y luego en los 60 en Triana.
Algo exagerado parece lo que dice D. Güello sobre la duración de las peleas en los tiempos antiguos, pero sin duda que alguna base tendrá. El cambio debió producirse con la mejora en las espuelas, progreso que se debió a la presencia cubana.
De los gallos que nombra, unos conocemos y otros no. Una buena noticia es encontrarnos con la primera referencia periodística a Isidro Acedo, nombre que solo conocíamos por el artículo del archivero-bibliotecario del Ayuntamiento de Guía, Sergio Aguiar Castellano, aparecido en el periódico digital InfoNorte el 11 de septiembre de 2006. En él se nos transcribe una correspondencia sobre gallos de este aficionado, que era “uno de los hombres más ricos de la comarca de la época”; estamos en 1880. En el DGC habría que abrirle una entrada a Isidoro Acedo, nombrando su procedencia de Guía, esta correspondencia y el Atorrado.
Don Cristóbal Quevedo sí está en el DGC, tratándose de un notable médico de la época, que incluso creó un partido en 1900, peleando con San José (gallos suyos se enfrentaron a los del poeta Domingo Rivero). Tuvo un célebre colorado, al que hay que sumar ahora este gallino negro.
Don Nicolás Lezcano, espejo de aficionados, tuvo infinidad de gallos extraordinarios, y entre ellos conocíamos al Pata Rota, pero no a este giro verde. No debe tratarse del que, en 1908, perdió ante el célebre Canabuey del Droguero, pero sí pudiera ser el giro que en 1899 tumbó al Alas Blancas de Francisco Manrique de Lara. Giro Verde fue uno de los seudónimos periodísticos de Pedro Cárdenes, quizás en homenaje al gallo de Lezcano.
Otra buena noticia es poder sumar otro nombre a la lista de aficionados poetas: Esteban Gil. Ni a él ni a Roque Hidalgo teníamos registrados en nuestros archivos, aunque bien pueden estar en alguna lista de peleas reseñada en la prensa.
A la altura de don Nicolás Lezcano se encontraba el ya citado don Francisco Manrique de Lara. El Alas Blancas era uno de sus “pardos”, de los que ahora se nos dice que los mejores fueron Melchor, Gaspar y Baltasar. Por otras informaciones teníamos que Melchor, Gaspar y Baltasar no eran de la raza de los “pardos” sino de la de los “tigres”, pero no importa mucho, ya que ambas castas eran del mismo Francisco Manrique.
¡Qué tres nombres! Una vez más nos recuerdan que la afición gallística canaria ha estado llena de vitalidad y de buen humor.
Agustín Alvarado y el Brujo son grandes cuidadores antiguos. A Alvarado lo tenemos registrado en 1875 en el partido de San Agustín, en 1899 y 1900 en el de San José y en 1903 en el de San Juan. Este último año se enfrentó precisamente al Brujo, mítico cuidador palmero que estuvo en San José los años 1900, 1903 y 1904, pero que había estado ya en Las Palmas, precisamente en la gallera de Francisco Manrique, preparándole el primero de sus “bobos”, otra casta tan extraordinaria como la de los “pardos” y los “tigres”. Como se ve, Francisco Manrique, como podía ser don Saturnino en Tazacorte, sacaba no ya grandes gallos sino grandes castas.
También se nos aparece un nombre nuevo: Juan de León y Joven, cuñado de Francisco Manrique. En cambio, sí tenemos referencias de Salvador Castellano, gran aficionado a principio del siglo XX, peleando sus gallos o los de Las Palmas contra Arucas. Ahora se nos añade el dato de que entre sus gallos descollaron los “pájaros canarios”. (Por cierto que ha habido grandes aficionados a los gallos y a la vez a los pájaros, como don Gregorio León, Pablo Amador, Adolfo Santana, Palmerito II.)
Más nombres bien conocidos: Cayetano Arocena, Jacinto Bravo, Rafael Ponce, Tomás Delgado, Pacorrito, Adolfito. Novedades: el gallino y los “mocosos” de Guía, gallo y casta al parecer famosas, que merecen pues ser nombradas en la ya rica entrada de Guía de Gran Canaria.
D. Güello, que quizás sea Pedro Cárdenes, acaba recordando a los fantásticos “cabezaperros” que en los años 30 preparó el Músico. Gallos de mucha espuela, en efecto, que ganaban rápido, aunque también en la época “aristocrática” se daban, por supuesto, las peleas fulgurantes, pues de ello tenemos abundantes testimonios.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La novela del “Coloradito Pata de Pilón”


Gracias a nuestro amigo, el culto aficionado brasileño Écio Portes, hemos podido conocer una obra de la literatura brasileña de contenido gallístico. Se trata de “El coronel y el lobisón”, de José Cândido Carvalho (1914-1989), obra que es todo un clásico de dicha literatura, y que en nada resulta inferior al famoso “El coronel no tiene quien le escriba” de García Márquez. Fue publicada en 1964, habiéndose hecho de ella innumerables ediciones en Brasil, así como traducciones al alemán, al inglés, al francés, al italiano y al español. Manejamos la traducción al español publicada en Buenos Aires en 1974, con simpáticos dibujos de Appe.
“El coronel y el lobisón” es la novela de un personaje extraordinario, el coronel Ponciano de Azeredo Furtado, quien narra sus memorias, llenas de humor y fantasía. Natural de la Plaza de Campos dos Goitacazes, reside en sus posesiones del Sobradinho. De enorme estatura, muy corpulento, con barbas regias, nunca deja de fumar sus habanos “Flor de Oro”.
En el capítulo 6 es cuando irrumpe un pollito melado que, al traérselo a su presencia, no pasaba “de un montoncito de plumas ralas, cuello de línea, patas de palo, casi todo pelado”. El coronel porfía en hacer de él “un bicho famoso” y le toma un afecto que el pollito le retribuye. “Vivía cerca de mí, como perro en los talones del sueño. Donde yo estuviera, allá estaba él, cacareando, orgulloso de su padrino coronel”.
“En dos meses de maíz y buen pasar, el pollo tenía otro aspecto. Ganó plumaje, canto de fuerza, corrida ligera. Tenía una manera graciosa de mirar. ¡Metido, como él solo! El coronel no era hombre de abrir un diario sin que él no quisiera ver. Y yo me burlaba: –¿Su personita quiere estar al par de las novedades de la política?”.
Una tarde, el coronel oye una escandalera en el patio, y viene a ser que el pollito estaba trabando guerra feroz con “un gallo de tierra”, de mayor peso. Cuando uno de los hombres del coronel va a separarlos: “No lo consiguió, ni tampoco tuvo tiempo. Con dos buenos golpes como para reventar, la prenda limpió el terreno. El galán, pesado, agarrado en parte fofa, bien en la raíz del papo, cambió pata y fue a caer, medio descangallado y ya de cabeza escondida debajo del ala. En esta postura, dio dos estertores por honra de la firma, y se borró. Antão gritó que un gallo de tiro tan mortal él no había visto nunca ni vería en el resto de su vida. Saturnino Barba de Gato, llegado en medio de la pelea, en seguida encontró apodo para el valiente: –Vermelhinho Pé de Pilão”.
Lo que podríamos traducir por “Coloradito Pata de Pilón”. El coronel aprueba el bautismo y le encarga a Antão le busque en Poço Gordo, tierra de gallistas, “alguien capaz de perfeccionar las artes del bichito. Ansiaba que aprendiera todas las artimañas de las riñas, tomara espolón de cuchillo, ala de gavión y coz de mula: –¡Quiero ver a este bichito más pertrechado que un tren de guerra!”.
Y así, una mañana, parte en viaje de aprendizaje “el gallo de mi chifladura. Era de romper el corazón ver cómo miraba a su padrino. Destilaba tristeza, como si fuera para el cautiverio a cumplir la pena de nunca volver. En su orejita planté una lección de coraje: –¡Usted, mi negrito, va a ganar tuétano!”.
Seis meses se pasa Vermelhinho (léase vermelliño) aprendiendo a pelear, y las noticias de su bravura llegan al Sobradinho:
“Andaba adelantado en astucias de riñas, y a más de media docena de mestizos ya su espolón había difunteado. El propio entrenador, que conocía a los gallos buenos hasta por el olor, vivía de admiración en admiración. Mandaron de Poço Gordo una propuesta de trueque: el gallo por cuatro bueyes de carga:
–Además de algunas obligaciones de dinero, coronel.
Rechacé de mal modo:
–¡Que vaya a cambiar a su madre!”
Por fin vuelve el gallo de Poço Gordo:
“Casi di una fiesta en el Sobradinho, con cabrito en la mesa y cohetes en el cielo. Me obstiné en llamar a João Ramalho para que mirara la obra. Vino confundido de modales. Había dado sentencia en contra del gallináceo y estaba obligado a reconocer su error. Se quedó a un costado, sin creer lo que veía. Pasé al gallo de mano en mano. Que la gente viera la pieza, que apreciara la gallardía:
–¡Vean qué porte, qué navaja de espolón!”.

El coronel le dice a João Ramalho que le traiga lo mejor de su criadero, y se celebra la pelea:
“¡Pobrecito! Perdió la apuesta y tuvo el disgusto de ver a su gallo con la cabeza abierta en dos. Los sesos se desparramaron lejos.”
La fama de Vermelhinho (“con ese tiro libre ni un buey aguanta”) se extiende:
“La fama del bicho tuvo vela suelta. Saltó los corrales y fue a golpear en tierra de gallistas, tan lejos de mis pagos que carta salida de por allá llegaba al Sobradinho con mes y medio de correo. De tan lejanos lugares, un sujeto quería saber intimidades del Pé de Pilão, su nacimiento, parentescos y cruzamientos. Como el pedido no viniera según la regla de la buena educación, mandé que él fuera a rascarse la ingle:
–No tiene para qué saber nada.
Pero digo que forrado de tanta gloria el gallo del Sobradinho no cayó en soberbia. Siempre el mismo, de ánimo alegre, desnudo de orgullo. A cualquier otro que no tuviera su carácter de piedra, en seguida se le daba vuelta la cabeza, como el Vinagre del capitán Aristeu Beda, que por haber vencido en dos o tres desafíos comenzó a portarse como un mal educado. Se empacaba, quería comer en plato de loza, como si fuera un cristiano. Pé de Pilão procedía de manera muy distinta, y fuera de la pelea era de trato esmerado, sin vanidad. Para su comodidad le mandé levantar una casa de un conto de réis, con bebedero de vidrio y aseladero torneado por el mejor tornero de Santo Amaro. Cuando el último clavo fue usado mandé llamar al gallo:
–¡Vea qué grandeza, capitancito!
Mostró desprecio por todas esas mejoras y continuó en su gajo de limón, nacido cerca de mi cuarto. Desde ese mirador él daba órdenes al rayar el día. Al primer canto de él, el Sobradinho saltaba de la cama y corría hacia el café de la mañana. Yo lanzaba mi corpachón por la ventana, y ahí estaba su carita en servicio de contentamiento de Ponciano. Siendo yo hombre de armas, me gustaba darle honores de grado militar:
–Buen día, mi capitán, ¿cómo va su personita?
Trepado en su gajo de limón, Vermelhinho bajaba y levantaba la cabeza, feliz y lleno de arrogancia. A la gente le causaba gracia tanta amistad, tanto cariño, al punto de decir:
–El coronel no se desprende de su gallo de guerra ni por cien reses de Piauí”.
Los domingos, tras los bautizados, peleaba Vermelhinho, y el cura desde el altar amenazó con dirigirse al obispo. Pero eran tantas las fiestas y bautizados –“la gente traía gallos al patio y niños para la sal del agua bendita”– que el cura cedió.
“Yo dejaba a Vermelhinho afilarse los espolones en la cara de la mestizada. ¡Era un morir de gallos, sin cuenta! Más de veinte piezas de comprobado coraje, sangraron en las armas de Pé de Pilão, fuera de algunas insignificancias menudas, tales como pollos y gallos de la tierra. De lejos llegaban gallistas, en viaje de mucha silla y tren, por el gusto de apreciar una acción de mi prenda. Tanta bizarría pinchó el orgullo del mayor Badejo dos Santos, de los lados de Degredo. De sus corrales, en carta de sujeto que sabía dónde tenía la nariz, mandó pedir fecha para una pelea acompañada de apuesta. Respondí que aceptaba, dando pequeña ventaja en lo concerniente al pesaje. Estaba enterado que el bicho del mayor Badejo era de quebrar balanza, ¡un gallazo! de pata exterminadora”.
Un domingo de fiesta llega el otro gallo:
“Era pieza como para que un cristiano midiera y se pasmara. Rascaba el piso de la terraza como un toro en campo cerrado, orgulloso, sin respeto.”
Comienza la pelea:
“Llegué a morder el cigarro cuando aquel tren de guerra largó en carrera en dirección a mi prenda”.
El mayor dobla la apuesta, pero, nos sigue contando el coronel Ponciano, “con una arrimada de pie, administrada bien en el vacío del papo, mi gallo puso a la pieza del mayor en su debido lugar, cabeza torcida y cola en el viento. Las risas sacudieron el patio y en la polvareda de esa alegría tramé mi pillería. Me retorcí la barba, avivé la brasa del cigarro, e inquirí en solfa:
–Don Pereira, ¿esta pelea comienza o no comienza?
Badejo dos Santos pagó sus deudas y salió del Sobradinho con la cabeza baja. Algunos días después, en la conversación con un jefe de tropa que se detuvo a las sombras de las casuarinas para refrescar los cascos, supe que el mayor, con el disgusto sufrido, vació todas las jaulas de cría y dio por mal terminada su carrera de gallista:
–Me dieron repugnancia los gallos. Ahora voy a criar canarios.
Le conté lo sucedido a Vermelhinho
–¡Capitancito, usted acaba terminando con todas las riñas de gallos en este país!”.
Ya nuestros lectores se han hecho una idea del magnífico estilo de este escritor brasileño, cuya novela es una delicia de cabo a rabo, no solo por lo que respecta a las aventuras de Vermelhinho Pé de Pilão. Lo que sigue es el desafío hecho por un médico de Ponta Grossa, muy respetado por el coronel, no queriendo Ponciano en realidad pelearle a su gallo. Un primo del doctor le dice a este que las peleas son “un martirio”, y que el gobierno “debiera intervenir en esto”, pero el doctor “creció en defensa de la gente gallista. Lo que el gobierno debía hacer era mirar el bandidaje político, gente enriqueciéndose del día a la noche”. El doctor ha venido al Sobradinho para ver “al tal gallo, que con su espolón devastaba patios y riñas”. No le gusta que lo haya preparado el entrenador de Poço Gordo, porque “echó a perder un cresta de sierra que crié con mimos de padre”, y tampoco le convence Vermelhinho:
“–No engatuso a nadie. Soy gallista desde chico, y conozco a esta raza desde el huevo.
Por eso, y sin ofender a los presentes, podía garantizar que el gallo del Sobradinho no tenía porte para aguantar un tren de pelea como el del cuello pelado de su criadero:
–Apuesto una boyada contra dos carneros que el gallo del amigo Ponciano va a pasar su primer susto”.
El coronel le deja que presuma:
“Quedó libre para contar y recontar las peripecias del pescuezo pelado de Ponta Grossa, desde que saliera del huevo hasta que entrara en el servicio militar. Solo comía alpiste, maíz escogido y hueso rayado. Había viajado legua sobre legua para conseguir, en colegio de buen entrenador, firmeza en el pescuezo. Y sobre tantas virtudes, el malvado de Ponta Grossa estaba munido de un vicio que nadie le sacaba:
–Aprecia vaciar ojos, que es la parte donde él pega con más fuerza”.
Sigue la pelea, maravillosamente descrita, con que concluye este capítulo. No la vamos a transcribir aquí, ya que este artículo se haría interminable: que el lector interesado se agencie el libro, como yo me agencié la traducción argentina. Naturalmente, resulta vencedor el gallito del coronel, que así se consagraba, volando los sombreros de los campesinos del Sobradinho como volaban los de los canarios en las grandes peleas antiguas.
En el capítulo 7, el coronel recibe una carta del doctor, quien se ha enterado que está molestando al coronel un cobrador de impuestos. El doctor le dice que cuente con él, porque “amistad de gallista no queda solo en el patio y en el espolón de los gallos”, y le dice también que meta en pelea al gallo Vermelhinho, porque es “muy capaz de dar con el trasero del cobrador de impuestos en el barro del camino”. El coronel le muestra a Vermelhinho la carta del doctor:
“–¡Mire esto, capitancito! Un escrito del doctor hablando de su personita”.
En el capítulo 8, Vermelhinho se enfrenta a un bicho de la selva, un “surucucú”, especie de temible cobra venenosa. El surucucú acaba yéndose, pero Vermelhinho le coge tal odio a los bichos rastreros que empieza a cargarse todos los que se encuentra. De hecho, ya solo vive para que reaparezca el surucucú. El épico combate tendrá lugar en el capítulo 10, perdiéndose el rastro de uno y otro por el arenal marino.

Una carta de José González Suárez a Francisco Dorta


Esta vez sí que el Músico no volvió a cuidar en Las Palmas, pese a los deseos del partido trianero, que presidía don José González Suárez.
Famoso por haber sacado los payasos –una de las mejores castas de gallos canarios de todos los tiempos–, José González Suárez es un personaje en cierto modo enigmático. No aparece en ninguna foto conocida, y sus apellidos, muy corrientes, obstaculizan cualquier intento de conectar con su familia. Al parecer trabajaba en bancos, y Orlando Dorta lo recuerda como un hombre alto y de carácter serio. Escribe muy bien.
En esta temporada, ha sustituido a don Matías Guerra como presidente de Triana, y continuará durante toda la década de los 40, aunque sin descollar ya con grandes gallos.
Pancho no cuidará este año en Tenerife, aunque al final preparara tres tandas para pelear con Las Palmas.
De sumo interés es la noticia que da González Suárez sobre Manuel Morales, el hermano del poeta Tomás Morales y un gran cuidador a principio de siglo. Aún asistirá a las peleas entre Pepe Palmero y Pancho, a fines de los 40.
Al final de la carta, González Suárez le pide consejo sobre qué cuidador contratar en caso de que él no pueda ir. La respuesta es conocida: el Picador, o sea su rival en los últimos años. Triana le hará caso al maestro, y Pepe el Picador, en una gran temporada, le ganará por 7 riñas a Juan Lucas.
El próximo miércoles veremos la siguiente carta del presidente trianero, ya del 9 de febrero de 1940.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

José Fortuny


Nos llega la triste noticia del fallecimiento de nuestro buen amigo José Fortuny, con quien en tantas jornadas gallísticas coincidimos, en Santa Cruz, en Garachico, en La Orotava, en Santa Úrsula, en Güímar...
José Fortuny heredó la afición de su padre, don Vicente Fortuny, que tuvo buenos gallos en La Espuela. Pero ante todo era una bellísima persona, siempre de buen talante y con mucho sentido del humor. En esta foto lo vemos con su sonrisa llena de bonhomía. A su derecha, el coronel Tabares, y a su izquierda el cuidador José Carlos. Es una foto pues que sacamos en la gallera de Güímar, con la que Fortuny colaboraba tanto como con la de La Espuela.
Fortuny tuvo un buen restaurante por Los Rodeos, donde los aficionados a los gallos no dejaban de acudir. Entre la afición, no deja sino buenos recuerdos. Y para nosotros, como hemos dicho, era una excelente persona, a quien siempre nos congratulaba encontrar. La última vez que nos vimos fue en el 10% de La Matanza, en torno a un buen plato de pescado fresco y un escaldón con mojo verde. Y como siempre hablamos sin parar de gallos, derrochando por su parte esa simpatía que llenaba todo su ser.

Los Llanos y Tazacorte, definidos

O casi. Josito el Menso cuida en Tazacorte y, a falta de plena confirmación, Samuel Mateo en Los Llanos. Josito, tras una buena temporada en El Pinito, tiene un gran desafío, al pasar a cuidar una de las grandes casas de gallos de Canarias. Samuel Mateo cuenta con más experiencia, pero viene de una gallera –precisamente Tazacorte– sin duda que más poderosa que Los Llanos, por lo cual se le presenta también un desafío. A nosotros nos parece que la temporada puede así equilibrarse más que la anterior: Samuel tiene más experiencia, pero se las va a ver con una gallera problemática; Josito está empezando, pero con muchos gallos de bandera.
Preside de nuevo la gallera de la Villa y Puerto Miguel Lorenzo, mientras que en Los Llanos tenemos al amigo Carlos Manís, a quien sin duda no le falta entusiasmo y ganas de sacar la gallera adelante. Y voluntad de unir a los aficionados, no de separarlos, como ya nos decía en La Palma hace unos meses.
Los que nos parece un desacierto es la política que tiene Los Llanos de ponerle límites al cuidador a la hora de seleccionar gallos. Esto nunca ocurrió. Al contrario: cuando, por ejemplo, en San José, aparecía una lista con seis gallos de Villegas o de Hernández López, ya los aficionados sabían que iban a ver grandes gallos. Lo mismo pasaba en el Norte cuando Luis Machado y Manuel de León llenaban las listas. Hoy no existe, en ninguna parte, espíritu de partido, y cada casteador no quiere sino ver pelear sus gallos, muchos de los cuales, en otros tiempos, avergonzaría a un casteador verlos sobre la valla. Prefieren eso a mejorar sus razas, y así nadie es exigente. Esa es la razón, sin ir más lejos, de la existencia de muchos partidos personales, por no decir fantasmales, hechos para pelear todos los gallos de un aficionado, que luego se busca algún que otro casteador más, para rellenar, si se da el caso. Como ya hemos vaticinado, todo esto acabará llevando a la desaparición de las galleras clásicas. La famosa Federación elaborará un calendario de campeonatos de casteadores de enero a junio, incluida la murga que desde 2006 organiza ella misma, y se acaban las angustias en las galleras, cada vez más incapaces de hacer frente a tantas dificultades.
Pero en tanto, vayamos contentándonos con lo poco que queda, y haciendo la vista gorda a las ocho peleas, al reloj de 15 minutos, a los partidos sin cuidador, a las espuelas industriales, a los aficionados que chillan e insultan y a otras muchas muestras de decadencia, cuando no de indecencia. Por ejemplo, en La Palma hay un panorama que aún merece la pena. En la Banda, como dijimos, se presenta en principio una temporada equilibrada, si a Josito no se le va el tilín (lo más complicado para un cuidador) y si Samuel dispone de un regimiento suficiente. En la Capital, cuidan el único gran gallero en plenitud que nos queda, Quico Acosta, y de los jóvenes el más valioso junto a Samuel Mateo, o sea Pedro Pérez. Con gallos de los casteadores y otros de la Banda, que es donde está hoy lo mejor de Canarias, puede verse una gran temporada.
Toño el Rebotallo y Samuel Acosta repiten en El Paso y en La Lucha. Muy bien hecho, ya que ambos brindaron el año pasado una gran temporada, la mejor del Archipiélago.
Por fin, el Chamo lidera La Choza, para intentar que este partido no naufrague como le ocurrió el año pasado. Al Pinito vuelve Orestes Cáceres. Si el Chamo tiene mejores gallos que los que tuvo La Choza el año pasado –y sin duda que habrá aficionados que se los lleven–, volveremos a ver una buena temporada entre estos dos partidos.

Un artículo de Asdrúbal Betencourt en la revista “Cantaclaro” (1974)





Reproducimos hoy un artículo en que Asdrúbal Betencourt informaba a los aficionados mejicanos de cómo era la afición en Canarias. Claro que en 1974 aún las tradiciones eran las tradiciones, y hoy las cosas han cambiado mucho, para peor. Pero ya hay una señal sombría: para Asdrúbal no quedan cuidadores, una vez desaparecidos Pepe Palmero y Pancho el Músico. Esto nos resulta algo exagerado, ya que aún cuidaba Pablo Amador e iniciaban su andadura Adolfo el Pichón y Toño el Rebotallo, sin olvidar a Domingo Prieto, Miguel Acosta, Roberto o Arnoldo. Pero sí es cierto que ya las cumbres de Pancho y de Pepe Palmero no se darían más. Hoy la crisis de cuidadores es total, solo restando en plenitud Quico Acosta y aún faltando tiempo para que Samuel el Canario o Pedrito, que son los que más apuntan, logren consagrarse. Pero las perspectivas son negras: las galleras llevan camino o de ni tener cuidadores o de desaparecer, para dar paso a los campeonatos de casteadores al estilo de los otros países.
La revista “Cantaclaro” tuvo mucha fama, apareciendo el artículo en el n. 3 de su año 17, noviembre de 1974.
Algunas correcciones: en Lanzarote la afición ya estaba consolidada en el siglo XIX, incluso con partidos. Y a Fuerteventura pertenecen las primeras noticias gallísticas de Canarias, hacia 1700. Por tanto, tampoco puede afirmarse lo de que son los ingleses quienes trajeron la afición de los gallos a Canarias, siendo lo más lógico que lo hicieran los pobladores peninsulares, en el siglo XVII, si no ya en el XVI.
Asdrúbal caracteriza muy bien al gallo clásico canario. También están anticuadas sus palabras sobre las drogas, que hoy usan los galleros de modo corriente, y sobre las espuelas, que comienzan a ser mayoritariamente plásticas, como de plástico es la época en que vivimos. El uso de drogas y el de las espuelas plásticas permiten al cuidador trabajar menos, aunque ello también viene motivado por el abandono de los campos, ya que cada vez se crían menos gallos sueltos y, en consecuencia, ni los gallos tienen la fuerza de antes ni se encuentran espuelas naturales sanas con la facilidad de antes.
Adviértase que la foto de la pág. 22 es una variante de la que publicamos el pasado miércoles al hablar del “Ramblero”.